El bronce en La Mancha
El conjunto de investigaciones de carácter arqueológico emprendidas en las últimas décadas en Castilla-La Mancha ha permitido configurar un período de específica plenitud referido al territorio de La Mancha, que ha llegado a representar una época con personalidad y entidad cultural propia, el conocido como "Bronce Manchego" (2200-1300 a.C.).
Dentro de este período se documenta una variada e intensa tipología de asentamientos, al menos en comparación con otras etapas prehistóricas, representados en morras, poblados en altura y motillas. Todos ellos manifiestan una serie de características y funcionalidades diferentes, que constituyen una evidencia del desarrollo de un significativo dinamismo en los que se refiere a la ocupación de este territorio.
El estado actual del conocimiento nos permite establecer un escenario en el que se originó un proceso de nuclearización de la población durante el período definido como Bronce Antiguo o Inicial, con la significativa aparición de motillas y poblados en altura, y que aparece asociado a una etapa de introducción de innovaciones tecnológicas así como una definida rigurosidad climática, con el desarrollo de un ciclo de sequía manifiesta en una fase cronológica de transición entre el contexto Calcolítico y la Edad del Bronce. Este proceso de ocupación del territorio se consolidaría durante el Bronce Medio o Pleno, mientras que en el Bronce Tardío o Final, parece que se iniciaron profundos cambios en la región, documentado en la introducción en determinados asentamientos de cerámicas tipo Cogotas o el abandono paulatino de los poblados configurados anteriormente.
Estos grupos humanos, decidieron establecerse en poblados de carácter estable, buscando cubrir una serie de necesidades básicas como la garantía de seguridad personal y el acceso a recursos básicos, entre otros aspectos.
Para el ámbito territorial de La Mancha Occidental, dentro de estos asentamientos estables, podemos destacar los poblados en altura y las motillas por su complejidad. Los poblados en altura se ubican preferentemente en las sierras que bordean la penillanura manchega y en las pequeñas estribaciones que cruzan esporádicamente, en lugares de carácter estratégico y de fácil defensa, aunque algunos de ellos cuentan con importantes estructuras defensivas. Mientras, las motillas se sitúan en zonas llanas y asociadas a la presencia de terrenos óptimos desde el punto de vista agropecuario y de accesibilidad al nivel freático. Conforman las construcciones más particulares de este período, con una singularidad que las hace únicas en el mundo. De hecho, se documentan poco más de una treintena de ellas, ocho de las cuales se encuentran en el término municipal de Daimiel (Ciudad Real) incluida la denominada "Motilla de las Cañas", ubicada dentro del Parque Nacional de las Tablas de Daimiel. De todas ellas, la que ha permitido obtener mayor información es la Motilla del Azuer.
Las morras se emplazarían en la parte oriental de La Mancha, y constituyen poblados fortificados situados normalmente sobre una elevación natural de difícil acceso, cuyos escarpes eran utilizados como defensa.
Quedarían al margen una serie de asentamientos de difícil adscripción, entre los que se encuentran construcciones de pequeñas dimensiones, como campos de hoyas, silos o fondos de cabañas, y una serie de instalaciones menores. Por sus características y situación en zonas de alto potencial agrícola cabe suponer que cumplieron un significativo papel en la explotación del territorio.
Por tanto, la conocida como Edad del Bronce en La Mancha se relaciona de forma directa con un aprovechamiento intensivo de todos aquellos recursos necesarios y fundamentales para estos grupos humanos existentes en su ámbito territorial. Estas comunidades, a través de una serie de innovaciones y avances, alcanzaron un nivel de desarrollo que influyó en una organización social más compleja y en una arquitectura monumental de sus construcciones, rasgos que podemos apreciar en el yacimiento de La Motilla del Azuer.