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Descripción general

La Motilla del Azuer constituye el yacimiento más representativo de la Edad del Bronce en La Mancha (2200-1300 a.C.), dentro de una tipología de asentamiento único en la Prehistoria, las motillas. Éstas reciben su nombre porque forman una elevación artificial dentro de un espacio circundante eminentemente llano. Además se consideran monumentos excepcionales por su riqueza científica y por su escasez en número.

Se encuentra emplazado en la vega del río homónimo, controlando y explotando un territorio que permitía el acceso a recursos productivos básicos, como tierras potencialmente óptimas desde el punto de vista agropecuario, abastecimiento de agua captada del nivel freático, o el control de rutas naturales, vitales para los intercambios referidos a grupos prehistóricos.

El paisaje estaba constituido por encinas, quejigos, robles y alcornoques y arbustos como enebros, lentiscos, madroños y jaras, alternándose con campos de cultivo o espacios abiertos. Entre la fauna presente abundarían los ciervos, jabalíes, liebres y conejos. Se ha documentado también la presencia de carnívoros como el lince, gato montés, tejón, zorro, o aves como la avutarda o la perdiz, junto con diversas anátidas y rapaces.

Las actuaciones arqueológicas realizadas en el yacimiento han permitido delimitar dos espacios diferenciados. El primero de ellos corresponde con un recinto interior fortificado, integrado por una serie de murallas concéntricas en torno a una torre central cuadrangular, que protegía un conjunto de estructuras donde se gestionaba y controlaba las actividades económicas del yacimiento. De entre estos elementos destacan los grandes silos de almacenaje, con una capacidad en torno a los 6 m³, donde se conservaban productos como cereales, entre los que se encuentran diferentes tipos de trigo y cebada, o leguminosas como lentejas, guisantes o chícharos; así como también hornos para la cocción de la cerámica, el tostado de cereales o la producción metalúrgica. También se documenta la presencia de una cabaña ganadera compuesta mayoritariamente por ovicápridos, seguida en importancia por bóvidos, caballos, cerdos y perros.

Especialmente significativo es el gran patio trapezoidal situado al este de la fortificación, y en cuyo interior se encuentra un pozo para la obtención de agua. Es la estructura hidráulica más antigua documentada en la Península Ibérica. Satisfacía así las necesidades de la población a través de la perforación de las terrazas del río hasta llegar al nivel freático.

La línea de fortificación más externa, circular y concéntrica a los sistemas defensivos, presenta en su última fase de construcción un paramento de grandes bloques de caliza. El acceso al interior del área fortificada desde el poblado se realizaba a través de pasillos paralelos a las murallas.

Al exterior del núcleo fortificado se emplazaban las viviendas, en un diámetro de unos 50 metros, en el que se documentan diferentes cabañas, hogares y fosas de desperdicio. Estas casas presentan planta oval o rectangular, con zócalo de mampostería y alzado de barro, y, ocasionalmente, postes embutidos en los muros. Asociado a este espacio se localizan grandes áreas abiertas dedicadas a diferentes actividades de almacenamiento y a trabajos de producción, con presencia de fosas y restos de hogares y hornos. Los análisis desarrollados en diferentes investigaciones han permitido establecer una ocupación formada por un grupo de algo más de cien individuos.

La distribución de los enterramientos coincide con el área del poblado, en un ritual frecuente en la mayoría de culturas de la Edad del Bronce en la Península. Los difuntos se inhumaban en posición lateral flexionada, dentro de fosas simples, o bien revestidas por muretes de mampostería o lajas hincadas, que en ocasiones se adosaban a los muros de las viviendas o a los paramentos exteriores de la fortificación. Algunos niños se depositaron en el interior de vasijas. Los ajuares son escasos y poco representativos, constituidos por vasos de cerámica, puñales de remache y punzones de cobre arsenicado.

El aspecto monumental de su arquitectura nos infiere la gran inversión de esfuerzos que implicó la construcción y mantenimiento de todas estas estructuras, que excedía de las necesidades vitales básicas para estas comunidades, lo que unido a otras particularidades, como la regularidad existente en sus patrones de asentamientos, nos lleva a plantear la existencia de un sistema político con una jerarquización social por definir, dentro de una articulación territorial en la que las motillas representarían un hito singular.